martes, 15 de mayo de 2012

La pesadilla Erasmus


Los antropólogos del futuro van a tener una tarea interesante entre manos. Entre dar con un desencriptador capaz de descifrar los garabatos de mis últimos esquemas de Historia de la Comunicación Social, analizar la composición bioquímica de esa pizza que lleva meses sepultada en el cavernoso destierro de nuestro congelador, catalogar todas las formas de vida que aparezcan cuando separen el radiador de la pared y se descubra “el” rincón en el que nunca barremos, tenebroso triángulo de las Bermudas en el que caen, atraídas sin remedio, todas las monedas de céntimo para salir convertidas en pelusa interestelar… Oh, les auguro una carrera profesional fascinante, plagada de acertijos irresolubles y de preguntas que sólo conducen a más preguntas.

Miro a mi alrededor y ya puedo verles, esos rostros consumidos por la emoción del descubrimiento, sosteniendo entre índice y pulgar uno de nuestros calcetines desemparejados, etiquetando con aséptica eficiencia muestra tras muestra de pases de discoteca y vales de descuento del Burger King, desempolvando con respeto ceremonial  la cubierta de uno de esos libros del orden de “Manual de Farmacología” o “Anatomía Patológica” que tanto abundan en nuestra estantería. Ah, aunque jamás llegue a conocerles y agradecerles personalmente su rigor y competencia, siento un cariño inexplicable por mis queridos descubridores. Sólo puedo esperar que su sentida vocación científica resista el trance de deslizar la puerta corredera del armario y allí encontrarse, oh infiernos, con los restos descoloridos de mi esqueleto y mi nota de suicidio.
 
“No lloréis por mí”, dirá la nota, “no derraméis lágrimas amargas por mi triste final, pues muero en paz, sabiendo que no me aguarda en los infiernos horror comparable al de gestionar los trámites para obtener una beca Erasmus”. “¿Erasmus?”, se extrañará en voz alta la antropóloga jefe, una suerte de Bones futurista pero igualmente tenaz, recibiendo por respuesta de su colega allí presente una mirada de idéntica confusión.

A todas esas cejas levantadas, preguntándose en estos momentos sobre la relación entre la historieta anterior y la beca Erasmus, les remito a la portada de cualquier diario nacional del último año. A menos que las cosas den un giro de 180º - y aunque en política lo hagan con frecuencia, rara vez es para bien -, el deseado Erasmus tiene los días contados en nuestro país y bien podría acabar perteneciendo al campo de la antropología; un mito que los futuros estudiantes españoles citarán con fervor para la incredulidad del que les esté escuchando: “¿Becados para estudiar en el extranjero? ¡Te estás quedando conmigo!”

Como beneficiario de una de las últimas becas Erasmus – la Complutense ya ha anunciado que planea reducir drásticamente los destinos y becas – confieso que los meses de trámites han sido una pesadilla a ratos, un vagar por el desierto a otros. Desde conseguir descifrar el kilométrico .pdf que cuelgan las oficinas Erasmus de las facultades y al que te remiten de malas maneras cuando les planteas cualquier duda (duda que tardarían en resolver lo mismo o menos de lo que les lleva explicarte que no pueden resolvértela), hasta el salto al vacío que uno se marca rellenando un Learning Agreement que rara vez termina de comprender, pasando por una infinidad de situaciones esperpénticas.

Al estudiante elegido para disfrutar de una beca Erasmus pronto se le atraganta el entusiasmo al darse cuenta de que los trámites, lejos de terminar, no han hecho sino comenzar. A partir de ese momento, al pobre incauto le esperan horas y más horas perdidas golpeando la cabeza contra ese muro tras el que se parapetan la mayor parte de administrativos de las oficinas Erasmus; unos administrativos armados con la más indescifrable de las retóricas indescifrables, sembrada de entelequias burocrático-lingüísticas que lanzan al estudiante sin perder la media sonrisilla.

No hay que olvidar que sobre sus hombros descansa la titánica labor de gestionar centenares de solicitudes con muy pocos medios; tampoco hay que olvidar – ni dejar de agradecer – que desempeñan esa labor estupendamente. Por eso cuesta comprender por qué parecen querer convertir el proceso en algo más inhumano de lo innecesariamente inhumano para el estudiante, criminalizarlo cada vez que tiene una petición de información – un derecho evidente para quien paga una matrícula –  en un proceso burocrático en el que a uno le surgen a patadas. Como digo, no lo comprendo. ¿Quizás un desquite, una de esas pequeñas venganzas a las que tan afectos somos los humanos? Ni lo sé, ni creo que vaya averiguarlo en esta vida.

De hecho, si la universidad salva la cara en estos temas es gracias a la labor de voluntarios (ya me veo a la Botella dando palmas): el estudiante de tu facultad que se encuentra en el Erasmus que has solicitado y que desinteresadamente te lo cuenta todo, desde la ropa de abrigo que uno necesita para sobrevivir a los -25 de Helsinki hasta la cuantía de la beca que recibe cada mes, pasando por el garito Erasmus en el que dejarse caer cada miércoles; los jóvenes becarios que trabajan en la oficina Erasmus y que consiguen (¡Oh, prodigio!) que cada vez que llames a la puerta de la misma no sientas que estás metiéndote en la jaula del león.

A todos ellos, profundo y sentido agradecimiento. Porque es gracias a ellos que uno conserva una cierta esperanza tras esa odisea a la deriva por los fangos del laberinto burocrático. Hace apenas una semana, finiquitado ya el último trámite (contaros cuál sería alargarse más de lo que ya se está alargando este interminable post…), volví a casa andando y me senté frente al ordenador. Sin darme cuenta, abrí el explorador y tecleé “Helsinki” en la barra de búsqueda. Así, envuelto en el silencio de los instantes irrepetibles, mis ojos devoraron con avidez cada detalle de la instantánea a pantalla completa de la ciudad en la que voy a pasar un año de mi vida. Y por fin se hizo la luz; y por fin lo sentí brotar a borbotones dentro de mí, como brotan las cosas inesperadas pero sin retorno:

Me voy, me voy, ¡¡ME VOY!!

Gris




3 comentarios:

  1. Papeleos Erasmus: http://www.youtube.com/watch?v=Vwn3A2RknXg&feature=related

    Jejejeje

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  2. Sobretdo, después de hacer todo el papeleo, que no se te olvide enviar la Letter of Confirmation 1!!!

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  3. Lo dice una que sabe...¿eh? Puff, espero que no se me olvide nada...

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