miércoles, 29 de agosto de 2012

Última llamada

Te dirán, entusiasmados, que este será el mejor año de tu vida, 
que cada amanecer olerá a nuevo, a café recién hecho, a camiseta por estrenar, 
que cada día tendrá el sabor de lo irrepetible, 
que después de tu aventura nada será lo mismo, que volverás distinto, cambiado.

Te advertirán, ceñudos, sobre los peligros de un año de distancias, 
de horas y más horas ante un estéril Skype donde antes hubo piel con piel, mano con mano, 
de noches en blanco, de preguntas sin respuesta, 
de tentaciones, tentaciones, tentaciones,
de las ascuas de un par de ojos ásperos, desconocidos, ardientes, 
de senderos nunca antes caminados. 

La sonrisa cómplice, la ceja alzada en mudo sarcasmo, 
anticiparán ya el desmadre, el entrechocar de vasos noche tras noche en la happy hour de un tugurio, 
el estruendo de mil conversaciones que van y vienen entre las cuatro paredes de una habitación de residencia, 
los posados sonrientes y multitudinarios ante el objetivo de una cámara, 
los brindis, los gritos proferidos en el dudoso inglés del estudiante borracho, 
dorada cerveza, cobrizo whisky, translúcido vodka, 
alcohol, alcohol, alcohol. 

Algunos, incluso, dirán que es a eso - y no a otra cosa - a lo que has ido allí; 
micrófono en mano, con el tono firme del buen demagogo, aquél que se sabe justificando lo injustificable, 
te señalarán con dedo acusador como el irresponsable, el vividor, el juerguista que en momentos de crisis se ventila partidas presupuestarias en vodkas-limón y litronas de birra. 
Afligidos, sufrientes, concluirán que hay que rendirse a la evidencia y cancelar los carísimos programas de intercambio. 

Solemnes, vulnerables, 
unos pocos te estrecharán entre sus brazos y se confesarán abatidos. 
Te pedirán, sin atreverse a mirarte a los ojos, que no les olvides;
que entre brindis y brindis, aventura y aventura, posado y posado,  
intentes sacar un huequecillo para teclear unas cuantas líneas, un "estoy bien", un "no quiero volver" o bien "ojalá pudiera volver ahora mismo". 

Por último, habrá uno, y solamente uno, que no te pedirá nada,
excepto que le lleves en el recuerdo. 
Con él no serán necesarias las promesas o las palabras, 
los tequieros, teecharedemenos susurrados bajo la luz sin piedad de la terminal de un aeropuerto. 
Con él bastará una mirada, y sólo una, 
para sentir en un instante todo el vértigo del que salta al vacío, 
toda la sal de las lágrimas,
todo el dolor de un estómago encogido. 

Sentado frente a ellos, sintiendo cómo los nervios te traicionan en ese último día, esa eterna víspera, 
tú les escucharás pacientemente y te sabrás protegido, sostenido, querido. 
Agradecerás consejos, devolverás bromas, prometerás e-mails, confesarás miedos.

Y sin embargo, cuando el sonido de sus pasos desaparezca en la distancia, 
cuando te asomes por la ventana de un avión y contemples, por última vez, 
el azul perlado de los cielos de septiembre en España, 
cuando, sentado allí en silencio, finjas no notar el nudo que va formándose en el corazón, 
oigas esa última llamada, 
será entonces, oh compañero, 
cuando comprenderás que antes que experiencia, antes que peligro, antes que desmadre, antes que derroche, antes que distancia y olvido, 
este Erasmus es tu Erasmus, 
un camino para recorrerlo solo,
un cartucho para quemarlo como dispongas, 
un barco en el que navegar sin rumbo, allá donde te lleve el viento. 

Nunca en tu vida volverás a sentirte tan libre, 
tan jodidamente asustado, 
tan sencillamente tú mismo.


Gris


1 comentario:

  1. ¿Cómo puedes hacer esos versos libres tan bien casados?
    Olvídate de burócratas, políticos y adictos de las "mamandurrias". Este es tu Erasmus, va a empezar en un momento. Sólo tú sabes si eres a priori capaz de aprovecharlo, y sólo tú, al terminar, harás análisis de cómo ha sido, de todo lo que has aprendido. Un beso José.

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